La pelota dejó de rodar, se quedó quieta en el centro del campo y todo el mundo a su alrededor guardó silencio. No fue suficiente un minuto, ni dos tiempos de 45 minutos; no, para Diego fueron necesarios tres días de silencio, o al menos así lo decretó Argenitna, el país que lo vio nacer, porque su hijo pródigo, Diego Armando Maradona, había muerto.
El miércoles 25 de noviembre será recordado como un día triste para los amantes del fútbol en todo el mundo, uno de los máximos representantes de este deporte se despidió dejando tras de sí un enorme legado dentro de cada campo de fútbol alrededor del planeta.
Un paro cardiorespiratorio fue el causante de su muerte, probablemente también fueron sus excesos y sus decisiones, esas que en múltiples ocasiones fueron cuestionadas por la sociedad, pero lo cierto es que vivió como quiso y, casi siempre, con un balón bajo sus pies.
Como futbolista marcó la historia como campeón de Argentina con Boca Juniors y es el protagonista de los únicos campeonatos de Serie A del Nápoli, además de levantar múltiples copas con el Barcelona.
Pero vestido con la albiceleste de Argentina fue donde dejó una huella más que indeleble. En el mundial del 86 superó a Inglaterra en un partido nuevamente marcado por los contrastes: la mano De Dios al minuto 51 y el gol del siglo apenas 4 minutos después de camino al campeonato del mundo en el Azteca frente a Alemania.
Los altibajos no dejaron al Diego y en su siguiente mundial en 1990 “le cortaron las piernas” cuando resultó positivo en la prueba antidopaje con 5 sustancias prohibidas en su sangre por lo que fue suspendido 15 meses y jugó únicamente dos partidos en la fase de grupos….
Su vida posterior al fútbol fue igual de polémica que su carrera en los terrenos, marcada por una fuerte adicción a las drogas, los medicamentos y el alcohol, con múltiples ingresos a clínicas de rehabilitación y demandas por violencia, fraude y estafa.
Hoy, su muerte ha venido acompañada de lágrimas, tristezas y discursos provenientes de todos aquellos que lo conocieron y de los que no. Personalidades de todo el mundo se han pronunciado y han mostrado su respeto a lo que fue el hombre dentro de la cancha.
Es cierto que Diego Armando ha hecho y dicho muchas tonterías como jugador en decadencia, entrenador y ciudadano. Pero la calidad de lo que fue impone una extraña y vigente autoridad en el perdón. Podrán negar la grandeza a partir de las debilidades y fallas de la condición humana, como si no fueran personas sino entidades superiores al negarla. Nieguen lo que quieran. La grandeza permanece. La humanidad también.
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