Estados Unidos padece un gobierno que, de facto, es cercano a la teocracia cristiana en el que la clase política hace una interpretación a modo sobre un dios y una religión, y con ello pretenden normar las posturas públicas de la administración. Esta visión cristofascista se impone en contra de la diversidad de cultos, de la pluralidad de pensamientos, y de la libertad de expresar ideas contrarias al régimen.
Esta circunstancia ya estaba presente en la política estadounidense de la era Trump, con los anuncios oficiales de retirar o negar visas de turismo o trabajo a personas que en redes sociales expresaran ideas contrarias a la persona y al modo de gobernar de Donald Trump, y existía una presión en los medios de comunicación que difundían posturas críticas al presidente.
Sin embargo, a partir del asesinato en el que falleció el fascista conservador Charlie Kirk, las posiciones políticas de la ultra derecha conservadora se han radicalizado, afectando gravemente la democracia, los derechos civiles, y la libertad de expresión de aquel país.
Así, luego del asesinato, la administración gubernamental de Norteamérica ha impuesto una política de censura en la que presiona a organismos públicos y a empresas privadas para perseguir, acosar, y despedir a las y los ciudadanos que expresen opiniones críticas al gobierno o contrarias a la narrativa oficial. Lo peor es que tales organismos y empresas se han sometido a este autoritarismo censor.
Con la finalidad de capitalizar políticamente ese crimen, la administración de Trump ha comenzado la beatificación de Charlie Kirk, y a difundir la narrativa de que a ese fascista lo asesinó “la izquierda progresista”, como si esta ideología en Estados Unidos obedeciera a un movimiento unitario y unificado al cual hay que combatir.
De este modo, entre las personas que han padecido persecución, destacan por ahora el conductor televisivo Jimmy Kimmel, de la cadena ABC; y Karen Padín, directora de Talento en la cadena Univisión. El primero cuestionó la narrativa de que el crimen lo había cometido “la izquierda”, y la segunda publicó en sus redes personales un mensaje crítico sobre el discurso de Kirk a cerca de las muertes en tiroteos y la libre tenencia de armas. Ambos despedidos de sus trabajos por contradecir al régimen.
La historia nos enseña que, de seguir la tendencia presente en Estados Unidos, el autoritarismo hará que ser opositor político sea igual a ser delincuente; es decir, lo que sigue es criminalizar la disidencia. Eso, en cualquier país del mundo, se llama Dictadura. Son malos tiempos para la democracia global.
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