El pueblo no es una franquicia
Reducir el pueblo a una franquicia implica convertir la soberanía en mercancía, lo cual contradice los principios democráticos
Este sábado es un sábado singular. Hay una enorme celebración en el centro histórico de nuestro país, en esa plancha del zócalo que han considerado que es una propiedad privada y que ningún ciudadano puede manifestarse en él que no sea basureado.
Bueno, pues hoy lo tenemos y, ¿por qué no le damos una revisada a la idea, palabra y concepto de pueblo? Pueblo proviene del latín populus, que significa gente, pero también significa nación. En su origen señala a un conjunto de personas que conforman una comunidad organizada.
Ha evolucionado, y hoy designa una población para hecho que le da la posibilidad de adquirir connotaciones políticas, sociales y culturales. También hay una dimensión de orden constitucional: nuestro pacto político dice que el pueblo se asocia con la soberanía popular.
El poder reside en el pueblo, que lo ejerce directamente a través de sus representantes, lo cual ahí hay una falta de respeto a nuestra carta fundamental porque el tema es de la representación democrática que ese pueblo tiene.
Y esto lo dicen muchas constituciones de orden democrática de países en el mundo, pero también hay una perspectiva legal: en el derecho público el pueblo es un sujeto colectivo de derechos y de deberes, y es la base de la legitimidad del Estado.
En el derecho internacional se habla de los derechos de los pueblos en contextos como la autodeterminación. En el ámbito político hay un concepto central en democracia: el pueblo legitima el poder político mediante elecciones. Tiene un uso ideológico.
Pueblo puede emplearse para reforzar discursos populistas, nacionalistas, emancipadores. En fin, tiene también un sentido metafórico. Pueblo se usa para evocar cercanía, humildad, identidad cultural.”Estar con el pueblo”. “El pueblo me mandó”.
Es una de las frases que nunca he podido entender porque el pueblo no vota, quien vota es la ciudadanía. El pueblo no tiene la posibilidad de votar como pueblo en tanto no tenga mayoría de edad, tenga un modo honesto de vivir y se inscriba en el registro electoral. También pueblo puede simbolizar resistencia frente a elites o poderes externos.
Ojo, y esto nos da la contundencia de que pueblo no es una franquicia que le pertenezca a una parte de quienes discuten los problemas nacionales. Tiene un sentido metafórico, de reitero, es decir, estar con el pueblo, como lo decía.
Y en el contexto histórico, en la antigua Roma se decía pópulos Romanus era el cuerpo político. En la Edad Media, pueblo distingue las clases populares frente a la nobleza. En las revoluciones modernas el pueblo se convierte en protagonista del cambio político.
Pero de ninguna manera, el pueblo es una franquicia, un pueblo como sujeto político y no como una marca, pueblo en la tradición constitucional y democrática designa la colectividad soberana que ejerce el poder político. No es un producto ni una licencia comercial, sino la base de la legitimidad estatal.
Reducir el pueblo a una franquicia implica convertir la soberanía en mercancía, lo cual contradice los principios democráticos.
En su naturaleza jurídica y ética, la democracia es una asociación de vida compartida, fundada en valores como la autonomía, la dignidad, la solidaridad, etcétera, pero estos valores son incompatibles con la propiedad, la exclusividad y la explotación económica. Tiene una dimensión histórica y cultural.
El pueblo, ya lo dijimos, no es una marca, una marca registrada. Es una construcción histórica que atraviesa luchas sociales, revoluciones, consensos, discusiones, acuerdos. Su sentido es plural, dinámico y colectivo, no uniforme ni replicable como un modelo de negocio. Finalmente me parece que es un riesgo de lenguaje mercantil el uso de la palabra pueblo.
Algunos análisis nos advierten que la política contemporánea tiende a convertir al ciudadano en un consumidor, lo que erosiona la esencia del pueblo como sujeto deliberante. En la democracia se delibera y se participa.
Argumentar contra esa tendencia implica defender que el pueblo no puede ser tratado como un producto electoral ni como una franquicia ideológica. Vamos respetando al pueblo de México.
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