Genaro García Luna o de cómo vender humo

La sentencia a Genaro García Luna es dura, quizá durísima. El hombre de 56 años prácticamente permanecerá toda su vida en la cárcel para cumplir la sentencia de 38 años de prisión que le impuso el juez Brian Cogan. García Luna tendrá 94 años cuando alcance la libertad.
Ahora bien, vale preguntarse. ¿Es justa la sentencia contra el que alguna vez fue el súper policía de México? Quizá nunca lo sabremos, porque si algo quedó claro en los juicios de Nueva York es que poco importaron las víctimas de la guerra contra las drogas que García Luna desencadenó mientras tuvo todo el poder en las más altas esferas de la seguridad en México. Poco importó saber cuántas y quiénes fueron las víctimas directas e indirectas, los homicidios y desapariciones que resultaron de sus componendas con grupos criminales. Poco importó saber cuántas violaciones a derechos humanos provocaron sus omisiones y decisiones. 
Tenemos una sentencia, quizá muy dura, pero quizá para nada justa si la miramos desde la óptica de las víctimas a las que el sistema de justicia estadunidense les negó verdad, reparación y garantías de no repetición.
Tenemos una sentencia contra Genaro García Luna que es muy injusta para México y sus instituciones —a las que traicionó. Pero, sobre todo, es injusta e indignante frente a sus compañeros policías porque, me pregunto, ¿cuántos policías murieron en cumplimiento de su deber mientras el señor recibía pagos y negociaba componendas?
Hay una sentencia quizá muy dura, pero es una sentencia que en lo absoluto reivindica a la justicia en México. A Genaro García Luna nunca se le acusó ni se le juzgó en nuestro país. Recordemos que sus delitos no sucedieron en EE. UU. sino en México. Fue aquí, donde protegió a cárteles de las drogas. Fue aquí, donde recibió sobornos multimillonarios y fue aquí donde los grupos delictivos que apadrinó crecieron y se expandieron al amparo del poder del Estado.
Por supuesto la sentencia contra Genaro García Luna es histórica y tiene una enorme carga simbólica. Es la primera vez que un funcionario de ese nivel, policía estrella de los gobiernos de Fox y Calderón, es juzgado, encontrado culpable y sentenciado. En ese sentido, algunos analistas interpretan su caída como un llamado contra la impunidad y la corrupción. 
Pero no nos ceguemos ante quimeras. Para resolver la corrupción y la impunidad no basta con que juzguemos, condenemos y encarcelemos a una persona. El problema no es individual, sino estructural. Mientras no cambiemos el sistema, ya vendrán otros Genaro García Luna. Desafortunadamente, así ha ocurrido desde que tenemos memoria: Arturo Durazo Moreno, José Antonio Zorrilla Pérez, Guillermo González Calderoni y tantos otros policías, que algún momento la política encumbró, pero que resultaron soldados de las mafias y la corrupción.
Insisto. El problema no son los individuos, que por supuesto tienen una responsabilidad. El problema son las redes de complicidad entre actores políticos, funcionarios y delincuentes. El problema no es Genaro García luna, sino los pactos de impunidad con los que contó, y de los mecanismos informales de ascenso político, de los que sin duda se valió, para encumbrarse como parte de una élite política, mientras al mismo tiempo, formaba parte de una red criminal.
Durante casi 10 años, Genaro García Luna nos vendió humo presentando un nuevo modelo de seguridad que solo se tradujo en violencia y crimen para México. Hoy, con su sentencia, nuevamente se nos quiere distraer con cortinas de humo. Porque insisto, el problema no es individual, sino estructural y mientras no lo entendamos tal cual, la lucha contra la corrupción y la impunidad seguirá dejando mucho que desear.

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