La frontera en la mesa: lo que se juega con la visita de Kristi Noem a México

Nadine Cortés

La frontera debe ser impermeable, y México, más que socio, debe ser escudo

Nadine Cortés

La visita de Kristi Noem, secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, a México no es solo un gesto diplomático: es una declaración de intenciones. Bajo el telón de los acuerdos de seguridad previamente establecidos —como el Entendimiento Bicentenario—, lo que realmente se discute es el rumbo que tomará la relación bilateral en el marco del regreso de Donald Trump al poder.

Noem, conocida por su retórica dura y acciones contundentes como gobernadora de Dakota del Sur y ahora como figura clave del trumpismo institucionalizado, llega a Palacio Nacional con un historial de decisiones que dejan poco espacio a la interpretación: construcción de nuevos tramos del muro fronterizo, campañas para “persuadir” a migrantes de salir del país voluntariamente, y la revocación del estatus legal temporal a más de medio millón de ciudadanos de América Latina.

El mensaje es claro: la frontera debe ser impermeable, y México, más que socio, debe ser escudo.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha intentado matizar el carácter de este encuentro, desmarcándolo de cualquier discusión arancelaria y subrayando que se trata de una revisión técnica de los compromisos de seguridad. Sin embargo, resulta ingenuo pensar que una figura como Noem, cuya carrera política se ha edificado en gran medida sobre el miedo al “otro”, se limitará a lo técnico. Su presencia en México forma parte de una narrativa más amplia: la de endurecer las políticas migratorias, reforzar la militarización de la frontera y convertir a México en un tercer país seguro de facto.

La paradoja es evidente: mientras Noem califica a los cárteles mexicanos como “enemigos” y habla de una guerra librada por ellos contra Estados Unidos, su gobierno sigue sin asumir responsabilidad sobre el flujo de armas estadounidenses hacia el sur, ni sobre el fentanilo que circula gracias a cadenas logísticas binacionales.

El riesgo para México es ceder más de lo necesario. Aceptar nuevas condiciones, tolerar una narrativa que criminaliza a los migrantes y aceptar implícitamente un rol subordinado en el diseño de políticas regionales.

Pero también hay una oportunidad: marcar una postura clara, exigir corresponsabilidad, y colocar sobre la mesa que los desafíos de seguridad no se resuelven con muros ni deportaciones masivas, sino con cooperación verdadera, inversión en desarrollo y respeto a los derechos humanos.

La visita de Kristi Noem a México es una prueba para el gobierno de Sheinbaum. ¿Será capaz de mantener una relación estratégica con Estados Unidos sin claudicar ante las presiones de una agenda restrictiva? ¿O cederá terreno en nombre de una estabilidad aparente que puede costarnos muy caro?

La frontera está sobre la mesa. Y también, el futuro de millones.

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