La prudencia es una buena brújula
“En tus manos encomiendo mi espíritu”, eso es lo que las y los mexicanos le decimos al pacto nacional que se llama Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: en tus manos encomendamos nuestro espíritu ciudadano, nuestro espíritu cívico.
“En tus manos encomiendo mi espíritu”, eso es lo que las y los mexicanos le decimos al pacto nacional que se llama Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: en tus manos encomendamos nuestro espíritu ciudadano, nuestro espíritu cívico.
Lamento mucho que los partidos políticos hayan abdicado a su naturaleza constitucional, de ser entidades de interés público a la vanguardia de las necesidades de la gestión, de la gestoría, de las reivindicaciones, del pueblo mexicano, de la sociedad mexicana.
Yo lamento mucho ese desgaste de lo que está partido, y por ello es que hay una deficiencia en las oposiciones para enfrentarse a esa naturaleza de voto mayoritario, que también con falta de recursos argumentativos y con falta de oficio político han menospreciado y subsumido a las voces de las minorías. Esto puede ser muy costoso para un país que ha logrado, a partir del diálogo, resolver todos sus problemas. Esto es peligroso para un país que está en el cuarto decenio de tener una democracia participativa, queda la opción de la ciudadanía.
En México, se le hace caso a la Constitución, se obedecen las leyes, no a las personas, porque estas personas gobernantes tienen un límite y ese el límite se los da el principio de legalidad. Todo servidor público, solo y solamente, puede hacer lo que la ley le ordene, lo que la ley le señala. Es decir, un sí siempre y cuando no.
En México están prohibidas, constitucionalmente, las ocurrencias. Tienen que transformarse en políticas públicas de ese sí que esté permitido por la ley, y la Constitución es muy fácil, la ecuación se resuelve fácilmente. Encontrar la variable constitucional a partir de la interpretación de las leyes secundarias no está muy difícil, se requiere un renacimiento político.
Se requiere que el Parlamento haga política, no ideología. No que haga mayoría, sino abstracciones de mayoría. Se requiere que escuche las voces de las minorías y logren ver los problemas grandes, problemas nacionales.
En México se vota por candidatos y candidatas que son nominados por partidos políticos y son abanderados de coaliciones, pero no se vota contra la Constitución y mucho menos contra las leyes, esa es la gran partitura que tenemos el pueblo de México.
La sociedad mexicana tiene que respetar la ley, respetar la Constitución en la interpretación más humana, más solidaria, más ética. Tenemos que seguir insistiendo en que la opción ciudadana, lamentablemente, la han dejado los partidos políticos y no nos queda más que prepararnos, ahí en donde se ubican las casillas en las secciones electorales, en las colonias, ahí es donde tenemos que seguir preparándonos para enfrentar el futuro.
El futuro se enfrenta con proyecto, que viene a ser la consolidación de la utopía, de los ideales. Somos un pueblo que ha soñado con irse reconstruyendo y lo ha ido logrando en el hilo de su historia.
Respetemos a México, respetémonos a nosotros mismos, pidamos a esas mayorías que entiendan que: sí, ganaron, ganaron con 36 millones de votos en números cerrados, pero el padrón electoral es de casi 100 millones, es decir, hay una gran mayoría que por alguna otra razón no ha querido ser escuchada.
Sigamos insistiendo, sigamos demandando la voz hasta que seamos escuchados. Nos lo dijo Aristóteles hace más de 2000 años: la prudencia es una buena brújula.
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