Los estudios universitarios
Hay demasiadas universidades y hemos caído en la demagogia de decir que la educación es un derecho, pero falta calidad
Cualquiera que pregunte a los padres de familia cuál es el legado más importante que desean para sus hijos, la gran mayoría responderá que la educación, y todos hacen un esfuerzo para proveerle con toda razón. La evidencia muestra que los países más desarrollados, más civilizados, más íntegros y con más bienestar son aquellos que han invertido en buena educación.
Pero el mundo, la economía y la tecnología han cambiado a una gran velocidad. La relación entre educación y progreso ya no es tan automática como antes y un título universitario ya no asegura un buen empleo, un buen ingreso y una buena trayectoria profesional en la vida.
Todo eso depende ahora del prestigio de la universidad en que se estudie, de la carrera que se elija, del sector económico en que se va a trabajar y, por supuesto, lo más importante, del esfuerzo, la capacidad, la tenacidad y la inteligencia del estudiante. Así que los jóvenes y los padres de familia deben informarse muy bien para no tomar una decisión que los lleve al fracaso.
La primera cuestión, es que hay demasiadas universidades y hemos caído en la demagogia de decir que la educación es un derecho, lo cual es cierto, pero nos falta añadir que sea de calidad, que nos prepare para la vida y esto no está sucediendo porque los gobiernos se han vuelto sumamente relajados y otorgan permisos sin ton ni son a universidades buenas, pero sobre todo a universidades malas, muy malas, pésimas y patito, que usualmente son aquellas que más publicidad se hacen para captar alumnos. O sea, mucha mercadotecnia casi equivale siempre a nula calidad.
Hoy existen unas 6.000 universidades en el país en las que estudian 5.2 millones de jóvenes y unas 84 en Aguascalientes con 72.000 estudiantes, muchas de las cuales no merecen llevar realmente ese nombre, pero se han inventado etiquetas que en realidad son una estafa.
Un segundo problema, es que como necesitan ingresos, entonces abren y abren matrícula en carreras que no tienen futuro. Por ejemplo, la mitad de estos estudiantes que hay en el país están concentrados en 10 carreras, 5 de las cuales son de muy baja demanda.
Es el caso de Derecho que tiene hoy 390.000 estudiantes. Imagínense, 390.000 estudiantes. ¿Creen ustedes que tienen futuro? Sinceramente, muy pocos de ellos, la verdad, y los demás terminarán trabajando en despachitos huizacheros, en el coyotaje, en la política o en el poder judicial.
En cambio, faltan estudiantes en aquellas disciplinas más complejas y que son las que más necesita el país, como ciertas ingenierías especialistas en semiconductores, en energía, en aeronáutica, en logística y automotriz, en ciencias de la salud y de la vida que solo algunas universidades están ofreciendo.
Y esto explica dos problemas más, unos que está aumentando el desempleo entre quienes poseen un título universitario. De acuerdo con el Inegi, casi un 37% de las personas con educación superior están hoy desempleadas.
El otro es que los ingresos de los que sí tienen empleo no mejoran. En 2016, un profesionista ganaba unos 50.000 pesos trimestrales y en 2024 apenas subió a 52.000. O sea, en 8 años, apenas 2.000 pesos más. En suma, hoy el gran reto es ser realistas y muy bien informados para identificar las buenas universidades y separarlas de las malas y de las pésimas.
Para elegir bien la carrera, hay que valorar la especialidad, la reputación, la calidad de los programas y de su cuerpo académico y, por supuesto, no la marca. Desde luego, todo esto no es ciencia exacta, pero hay que ir con mucho tiento porque es una decisión para buena parte de la vida.
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