Me dirijo a esta soberanía…

Agustín Morales

Puede resumir aquellos informes de antaño y estos de ahora, con el muy sencillo dicho ese de que nadie vende pan duro

Agustín Morales

Yo no sé si para bien o para mal, los informes de gobierno de hoy en día, pese a la restauración presidencialista, palidecen si los comparamos con aquellos espectáculos –dudo en llamarlos cívicos–, que nos regalaban los presidente del último priísmo; de los arrebatos autoritarios de Díaz Ordaz, al mesianismo tercermundista de Echeverría, o de el histrionismo de López Portillo a la deriva, hasta el arranque de autismo de Salinas, todo en rigurosa y obligatoria cadena nacional, cada primero de septiembre los mexicanos nos entreteníamos –no nos quedaba de otra y además era feriado–, en conocer qué tan alejado estaba el monarca de turno de la realidad.

Los informes comenzaban con el eufemismo ese del ‘honorable’ Congreso de la Unión y aquella frase sacada de algún manual secreto de presuntas buenas costumbres políticos: “Me dirijo a esta soberanía…”, en el supuesto de que en la República, extinta entonces y extinta ahora, los señores diputados representaban a alguien y, además para rizar el rizo, al pueblo soberano.

Un comentarista con capacidad de síntesis y sin ganas de pasar a la posteridad con frases grandilocuentes o de dárselas de lumbrera, puede resumir aquellos informes de antaño y estos de ahora, con el muy sencillo dicho ese de que nadie vende pan duro.

Recuerdo que en los tiempos en que Echeverría se ofrecía para sacar al buey de la barranca, incluidos los países de aquel desaparecido movimiento de las naciones ‘no alineadas’, se reformó el reglamento de la Cámara para que al señor lo dejaran acabar siquiera las frases, pues a nuestros ínclitos representantes populares les daba por aplaudirle cada tres palabras y aquello era un sinvivir, incluso para el heredero de las glorias de la triunfante revolución, por no hablar de los legisladores que terminaban con las palmas reventadas.

Por no dejar, en el ordenador veo un titular sobre el mensaje que dio la presidenta esta mañana, en la previa de la entrega de su primer informe: ‘Destaca CS logros de su primer año’. Más certero y sucinto no se puede decir. Había más titulares, pero la verdad es que con ese me basta y me sobra.

Debo reconocer el gesto de la mandataria. Un mensaje para trescientas y pico de personas, en el búnker del Palacio, la entrega del documento que contiene su informe y cada quien a su casa. Y después paz y luego gloria y que los analistas se devanen los sesos leyendo entrelíneas, acusando unos de inexactitudes y otros proclamando la nueva era.

Debo suponer que si me adentrara en el documento de marras, cosa que no pienso hacer (prefiero ocupar la tarde y el resto de semana leyendo los ensayos de Mark Strand), me alinearía con el bando de los incrédulos: reconozco que veo cambios positivos en materia de seguridad, pero me siento entre los huérfanos de la justicia por la reforma judicial que creo que es una revancha, una farsa y una regresión de suma gravedad. Pero que yo no le crea a la presidente no quiere decir mucho: no le creí ni media palabra ni a Echeverría, ni a López Portillo, ni a Salinas y mucho menos a Fox, Calderón, Peña y López –nótese que hago una excepción con Zedillo.

Por lo demás creo que el último informe que vi por iniciativa propia fue el primero de Fox, no por interés, ¡qué va!, sino porque esa noche estaba invitado a una mesa de análisis en una televisora y no iba a llegar yo a hablar de o que no conocía; luego, quiso la recanija casualidad, que por asuntos de estricto orden profesional, tuviera que asistir al cuarto informe de Calderón, del que lo único que recuerdo es que mucho batallé conmigo mismo para no quedar allí desnucado por las cabezadas.

Ya se que no es lo que corresponde a un señor que se dice un demócrata convencido, como lo hago yo, pero ¿qué quieren? Yo ya me cansé de andar predicando en el desierto y, a decir verdad, tengo preocupaciones más acuciantes, como el verme impotente ante el genocidio de los palestinos o las inquietudes que me inundan al ver a los sátrapas de oriente reuniéndose para hacerle contrapeso y echarle montón al sátrapa del norte.

Abur.

-

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

Cargando Minuto a Minuto...
Cargando Otras noticias...