Navidades sin frío, sin nieve… y sin Santa (ni renos, ni demás leches)

Agustín Morales

Pues ya decía mi abuelo Emilio; ¡Puras habas!

Agustín Morales

Lo que se sabe, y no es herejía, sino historia: que los estudiosos del Jesús histórico ubican su nacimiento antes de nuestra era, si no no salen las cuentas y se acaba el asunto de los Magos (o reyes, o lo que fueran); de los cuatro Evangelios solo dos hablan del nacimiento de Jesús (Lucas y Mateo), y el primero sugiere que su nacimiento en torno al censo ordenado por Augusto (el emperador, no Gómez Villanueva que es tiene sus años, pero no tantos), mientras que el segundo habla de la Epifanía, lo que nos lleva al reinado de Herodes ‘El Grande’, quien murió en el año 4 aC.

Y digo que no es herejía, porque no lo es, como no lo es recordar que la sugerencia de ubicar el festejo de la Natividad, en lugar de la pagana celebración del ‘Sol Invictus’, un festejo del Imperio tardío (al parecer inspirada por el Mazdeísmo trasladado como el Mitraísmo esotérico que compitió con el cristianismo en los primeros 4 siglos de la Era Común), vino de Hipólito de Roma, para más señas el primer antipapa de la historia y que fue consagrado ya como oficial por la Iglesia en tiempos de Constantino el Grande, en la ya muy tardía fecha del año 336.

Hasta aquí los recordatorios que nos da la historia y yo a lo mío, que nada tiene que ver con discusiones teológicas o con mis ganas de hablar de asuntos que sucedieron cuando yo ni había nacido (también tengo mis años).

Por allí hay algunas versiones que ubican el nacimiento de Jesús cerca del equinoccio de primavera, lo que nos ubica en fechas de entre el 19 y el 21 de marzo, del año en cuestión (entre el 7 y el 4 antes de Cristo, según lo ya explicado), aunque del Calendario Juliano; si pensamos que el feliz suceso, que lo fue y lo es (mi paganía no niega tal gozo), sucedió el 21 de marzo, con el calendario que decretó Julio César en el 46 aC., eso correspondería al primero de abril ya en nuestro calendario, el del Papa Gregorio XIII.

Esto, ustedes comprenderán, tiene sus complicaciones, pues de golpe y porrazo hay que olvidarnos de Santa Claus y su traje (de payaso) invernal, sus renos, la nieve, los abetos (que no crecen en Palestina)... Aquí hay que hacer justicia a San Nicolás de Bari, cuyas imágenes sobrias y piadosas en nada corresponden al gordito barrigón que nos pintan.

Total que adiós escarcha, nieve y en un giro intelectual de muchos grados, cuyas etapas sucesivas les voy a ahorrar, adiós posadas, tamales, pasteles embutidos de brandy, pavos (que los euroasiáticos no conocieron hasta mil 500 años después) y, bendito sean los Cielos, los horribles suéteres de temporada y de paso las bufandas espantosas que nos tejen las tías para regalarnos -y torturarnos.

En el otoño de 1993, que pasé a saltos por la Argentina y Chile, ya cuando se aproximaba la temporada ahora decembrina, comenzaron a proliferar en el Parque Arauco los motivos navideños, lo que resultaba chocante, pues allí estábamos en plena primavera y con temperaturas ya extremadamente calurosas.

Amigos chilenos me explicaron que, como quien ve llover, ellos celebraban sus Navidades “como Dios manda”, con Santa, sus renos, sus duendes, la falsa nieve y con toda la parafernalia invernal, por más que la temperatura exterior fuera superior a los 30 grados. Yo concluí como suelo hacerlo en estos casos: que cada quien celebre lo que quiera, cuando quiera y como se le pegue su real y regalada gana. Faltaría más.

Por otra parte creo que ya es muy tarde para las enmiendas históricas, y no porque las cosas pasaron como pasaron vamos ahora a comenzar a celebrar estas fiestas a finales de  marzo o principios de abril. Imagínense que se nos juntan el Natalicio de Juárez (un ateastro de mucho cuidado), la Semana Santa, la Navidad y, aquí por lo menos, nuestra célebre bacanal abrileña.

Hay cosas que aunque no tengan mucha razón (histórica de ser), es mejor dejarlas como están, pues luego así se generan el caos y la molicie.

Por lo demás supongo que estas imprudentes reflexiones mías, cuando todo mundo anda de un amoroso que no va más, me ganó de nuevo la etiqueta de apóstata, descreído, desafecto, enemigo de nuestras tradiciones y cosas peores, amén de que seguro que ya me quedé, otro año, sin regalos navideños.

Pues ya decía mi abuelo Emilio; ¡Puras habas!

-

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

Cargando Minuto a Minuto...
Cargando Otras noticias...