Otra vez la feria, de las flores
¿Han intentado ustedes pagar la cuenta de la luz o el carrito de la compra con felicitaciones de los que ahora salen con la payasada esa de la vuelta solar?
Según lo pregonaba mi tía Antonieta, con más empeño que afinación, hoy, once de noviembre es el día en que nacieron todas las flores; ya lo de los ruiseñores lo tengo menos claro, porque no tengo idea de cuando me llevaron a la pila bautizmal, aunque en todo caso no me avisaron; el resto es saber que es asaz imposible que las flores, que ya están en las referencias más antiguas en la penumbra de los tiempos tengan solo los años que yo tengo, que son ya bastantes, aunque espero que no suficientes.
Como siempre por estos días, cuando el invierno ya hace avanzar sus tropas de avanzada y arroja sobre nuestras ciudades inocuos bombardeos de hojas secas, me doy a estos fútiles pero placenteros ejercicios de la memoria, que año con año pierde detalles y añade a imágenes en blanco y negro granitos de imaginación de su propia cosecha.
Tal vez la imagen más vieja que tengo de estos 11 de noviembre, es la de carpa de barriada que se instalaba a las puertas de la que fue mi casa, hoy convertida en un solar de estacionamiento en la “Calle Ancha”, cerrando esa mínima feria que entonces se instalaba por los festejos de mi cantonada, que entonces era El Encino y ahora es una Triana postiza, con unos festejos falsificados, grandilocuentes, delirantes y chocantes, y a los que nunca he tenido el disgusto de asistir.
Había en esa carpa de lona, cuyo interior imagino sombrío, y con un espectáculo más bien vulgar y barriobajero (nunca lo sabré), dos pequeñas plataformas donde mal se equilibraban dos pequeños monos araña, atados por una cadena por el cuello, a la vez afirmada a uno de los postes de la entrada; se las ingeniaban los changos de marras, para tomar la cadena con sus diminutas manos y balancearse para volver perfectamente sobre esas escasas bases metálicas donde los colocaban. Supongo que en éste mundo escéptico de hoy eso se consideraría una forma extrema de crueldad.
Otro señalado cumpleaños fue el del campamento a la Sierra del Laurel (hago cuentas y debo estar hablando del año 71 o 72), del que no regresamos a tiempo, porque el chofer que iba por nosotros volcó el camión de volteo (así nos transportaban a los scouts de aquellos años), apareció politundido a media tarde y los vehículos de rescate llegaron por nosotros, ya al borde de la vieja carretera a Calvillo –luego de horas de caminata–, ya al borde del anochecer.
Mejor cumpleaños fue el que me pasé, ya no hace tanto, justo hace 24 años, en Llanes, Asturias, y luego en una excursión en un paradero de los Picos de Europa, nevados hasta el borde del estacionamiento del restaurante de carretera donde me homenajearon con una fabada espectacular y una jarra de tintorro tibio.
Cuando se acumulan los años, se multiplican los recuerdos y las trampas de la memoria: los hórridos días de feria ranchera en la hoy inhóspita villa de Teocaltiche; los cumpleaños de Guadalajara, bebiendo aires de la noche para llenar un organismo joven; aquel primero en Barcelona; mi cumpleaños 29 en una falsa salsoteca, que así se llaman, en las faldas del Cerro de San Cristóbal en Santiago de Chile.
Hubo uno en la adolescencia donde apenas acudieron dos olvidados amigos, alguno más de varios días de jarana, y otros que decidí pasar en la calma y la soledad, que es lo mismo en ciertas circunstancias, que son las de hoy, donde tendré un día de lo más normal, terminaré de revisar trabajos universitarios, procuraré hacer algo de ejercicio y terminaré haciendo mi pequeña charla nocturna de la radio, que hoy toca.
Creo que ya hice desistir a la pobre de mi tía, que hace años cesó en su empeño de despertarme con esa horrible canción de las Mañanitas, que por cierto estoy seguro que no cantaba ningún Rey David, lo que no me librará de algunas felicitaciones, de esas que siguen fórmulas sobadas, vienen muchas de parte de personas que más bien me detestan y que, al fin de cuentas, he comprobado sirven para dos cosas.
¿Han intentado ustedes pagar la cuenta de la luz o el carrito de la compra con felicitaciones de los que ahora salen con la payasada esa de la vuelta solar? Un intento de esos mal manejado puede acabar con usted con la energía suspendida o hasta ante un juez de barandilla.
Abur.
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