Perspectiva: Los comediantes

Enrique Gómez Orozco

"Trump ha intentado cancelarme y, en vez de eso, ha forzado a millones de personas a verme. Quizás tenga que publicar los papeles de Epstein para distraer la atención de esto". Jimmy Kimmel

Enrique Gómez Orozco

Los autócratas detestan el humor porque llegan al poder y se sienten imbatibles e intocables. El martes, el presidente Trump azotó al mundo con un discurso patético en la ONU; sus palabras son las de un verdadero “clown”, que incita al odio de los migrantes, y maldice a la ONU en la que habla desde Nueva York. Trump, con su pelambre amarillo en la testa, cree que es el emperador del mundo.


Su discurso nos hace recordar a Adolfo Hitler en la película de Charles Chaplin, “El gran dictador”. Porque eso es lo que quiere ser en su infinita megalomanía. Presiona a las cadenas de televisión para que cancelen a los comediantes que se mofan una y otra vez de su estulticia, de sus errores crasos. Primero para que eliminaran a Steven Colbert de la CBS, luego a Jimmy Kimmel de la ABC. Quisiera desaparecer a sus críticos del New York Times con demandas ingenuas de 15 mil millones de dólares.


El presidente republicano está a punto de la demencia porque imagina que es merecedor del Premio Nobel de la Paz, cuando apoya al régimen criminal de Benjamin Netanyahu. Los ingleses, que tienen una prensa aguda y despiadada como el The Mirror, califican a Trump como “Deranged” o “trastornado” porque ataca las energías limpias, a los migrantes, a Gaza, a las escaleras eléctricas y hasta a los “teleprompters”. El que quiere ser estadista se convierte en un comediante. Sus desplantes en contra del Tylenol son porque, según él, puede producir autismo; su increíble ignorancia sobre las vacunas o la economía global, lo convierten en un “clown” fácil de cazar desde los programas de los verdaderos comediantes de la política en la TV norteamericana.


Jimmy Kimmel, Steven Colbert, Jimmy Fallon, cuentan con docenas de escritores con plumas de cianuro que se burlan del presidente a cada paso que da en falso. Luego, cuando Kimmel regresa triunfante a su programa nocturno que Trump quiso destripar, habla como un estadista. En un monólogo de 17 minutos, da clases de humanidad, sensatez y buenos sentimientos. Habla como el estadista que quisiera ser Trump. Kimmel ganó porque Disney y su cadena ABC estuvieron a punto de un enorme boicot de suscriptores. La censura es una mancha para cualquier empresa de comunicación en Estados Unidos.


En México sucedió algo parecido. El expresidente Andrés Manuel López Obrador, resultó ser un comediante matutino; un farsante que sacudía un pañuelito blanco diciendo que la corrupción había terminado, que el huachicol estaba controlado, que sus hijos eran honestos. Al tiempo, los programas de Brozo, el payaso tenebroso, resultaron discursos profundos, verdaderos y serios comparados con los timos de Palacio.


NBC, ABC, CBS y las televisoras de transmisión abierta o por cable, saben que hay un monstruo al acecho que se llama Youtube. El canal de todos los canales de todo el mundo libre que devora las audiencias con programas que quedan grabados para ser vistos a la hora que sea, incluso los de las propias cadenas. Hoy los clowns están en la política y los discursos de estadista pertenecen a los comediantes nocturnos de la TV.

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