Perspectiva. Pura maldad

Enrique Gómez Orozco

Zaldívar está más que enredado en su propia telaraña

Enrique Gómez Orozco

Al paso de los días crece la fobia contra Arturo Zaldívar, el expresidente de la Suprema Corte; crece el desprecio de una buena parte de la opinión pública por su traición a México. Una  acusación anónima, y otra pública, de jueces y magistrados que sufrieron su autoritarismo y corrupción, abren una ventana de aire puro a la envenenada atmósfera del Poder Judicial.

Norma Piña, quien obedece solo a la ley y nada más que a la ley, será quien transformará ese Poder con lo que tiene: voluntad política y deseo de cambiar la historia reciente, una de connivencia y horror entre Palacio y Zaldívar. De transas y dinero bajo la mesa.

Un ejemplo de la inmundicia de Zaldívar fue evitar los amparos para no derribar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la CDMX en Texcoco. Por las denuncias, ahora sabemos que intervino para que el capricho presidencial fuera cumplido con una de las peores aberraciones legales, morales y económicas del sexenio.

Porque se necesitaban cómplices y agachones para cumplir con la enfermiza idea de destruir lo que otros lograron solo porque “los otros” eran presuntos adversarios. El daño causado a la aviación nacional, al turismo y a la imagen del país no tienen límite. Aún hoy sabemos que en lugar de tener una gran terminal aérea, al nivel de las mejores del mundo, hay un aeropuerto mediocre que perderá 2 mil millones por año.

Pero no sólo esta decisión presidencial basada en una consulta popular patito fue avalada por jueces presionados por Zaldívar. También está la decisión de permitir que todas las obras elefante blanco del presidente se construyeran sin transparencia quesque por “seguridad nacional”, con la oscuridad y la corrupción que podemos ver en las empresas de Amílcar Olán, el amigo de los sobrinos y los hijos del presidente López Obrador.

Zaldívar, además de permitir la depredación en la península de Yucatán, abrió el camino para detener la reforma eléctrica que ayudaba al país a transitar hacia energías renovables.

Para decirlo en claro, era el amanuense de López, el tinterillo que iba a Palacio a tomar dictado de quien impuso a miles de abyectos sujetos a todas las políticas públicas del sexenio.

Parte de la narración está en el libro “Traición a Palacio, el negocio de la justicia en la 4T”. La amplia reseña escrita por Hernán Gómez Bruera de los negocios que hacía Julio Sherer García, ex consejero y “hermano” de López Obrador se convertirá en bestseller estos días. Ahí están los tratos de Arturo Zaldívar, quien complaciente, permitió barbaridades como el encarcelamiento de la sobrina política del fiscal de la Nación, Alejandro Gertz Manero.

Ahora dice que quiere renovar el Poder Judicial cuando pudo hacerlo con independencia y voluntad para limpiar lo que sabía que estaba mal. ¿Qué autoridad moral tiene si él fue quien defendió a los bancos y los amparó cuando las cuentas del Fobaproa favorecieron a los más ricos según su maestro López Obrador? ¿Cómo podría explicar una cuenta de banco Banorte sin declarar donde presuntamente recibía depósitos en efectivo?

Hernán Gómez Bruera escribió un libro que ahora es fuego puro para Claudia Sheimbaum. Personas cercanas a Zaldívar lo demandan por 15 millones. Lo acosan para silenciarlo. Paradojas de la vida, quien defiende a Gómez Brugada públicamente es Xóchitl Gálvez, a quien él había criticado duramente. La candidata del oficialismo calla.

Zaldívar está más que enredado en su propia telaraña.

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