¿Qué tiene la Niña?

Agustín Morales

Todo comenzaba un día de abril del lejano año de 1982, hace más de cuarenta años

Agustín Morales

Iba a comenzar estas líneas haciendo un ejercicio mitad de memoria y mitad de nostalgia, en ambos caso más un juego de la imaginación, por más que mi mente asegure que la imagen es clara y nítida.

Todo comenzaba un día de abril del lejano año de 1982, hace más de cuarenta años. Por razones que no vienen a cuento yo estaba en una pausa en mis estudios y estaba haciendo de aprendiz de periodista. Junto con el recordado Fernando Lozano estábamos en un pequeño recibidor en una casona, ya en ruinas, creo, en López Mateos donde se daba una comida de postín, a la que no estábamos invitados. La comida era para homenajear nada menos que a Mario Moreno, quien se detuvo un momento con nosotros y nos concedió una breve entrevista. Le recuerdo mayor, pero lúcido; altivo pero con esa aura de simpatía que lo hizo famoso entre los famosos; cinco diez, minutos estuvo con nosotros.

Por la noche, en una gala a la que sí fui requerido, en el Patio Domecq, dirigió unas palabras en natural estilo, para dar paso a lo que quedaba de Los Panchos –Lucho Navarro, ya muy viejo, un hijo y otro que completaba el trío…

Al otro día, en primera página, la entrevista –estirada de cualquier manera–, con la que comencé una trayectoria, una carrera, o lo que sea que es esto, que a tiros y tirones cuenta ya 43 años y pico.

Iba a comenzar por allí, pero el asunto no da para más; no me apetece que de para más.

Pasaron 38 años hasta la tarde, otoñal como la de hoy en que escribo, para que con mis últimas pertenencias personales, saliera por la misma puerta que entré, siendo un jovencito yeyé, ya contando cincuenta y tantos, con la certeza de que difícilmente cruzaría de nuevo ese umbral –que ni siquiera he vuelto a ver.

Así iba a seguir, pero tampoco me apetece seguir ese camino. Iba de que, de repente, ya mayor, me quedaba sin trabajo, sin saber qué traería el futuro, con el hijo recién emigrado, en medio de un divorcio –incruento y amistoso, por fortuna– y ciertamente presa de todas las incertidumbres.

Pero seguir por este otro camino tampoco va a ninguna parte. Algunos pocos saben las circunstancias; algunos espabilados suponen conocerlas; muchos, pero muchos más ni las conocen y tampoco les deben interesar –salvo a algún morboso, al que tampoco le voy a dar el gusto; no será aquí y ahora que me ponga a contar intimidades. Tampoco es que piense aquí adoptar el tono de un héroe caído que clama a los dioses, o me vaya a convertir de la nada en esa cosa que llaman hoy ‘coach’, un guía motivacional, o un sabio vuelto de alguna travesía en el desierto.

Como sea el reparar en que hoy, mientras usted lee, es 30 de septiembre y que pasó un lustro de aquello, me tuvo masticando recuerdos, hasta que me enteré de una noticia que, no sé si buena o mala, seguramente lo segundo, a mí me alegró esta tarde nublada, todavía tibia.

Resulta que existe una cosa tal llamada ‘Fenómeno del Niño Oscilación del Sur’, que no entiendo exactamente que significa, pero se traduce en el calentamiento de las aguas del Pacifico y afecta todo el clima mundial, parte del mismo ciclo se da el fenómeno contrario, el de la Niña, que enfría las aguas del Océano y modifica también el clima global, pero en sentido contrario.

Hasta ahí entiendo yo de este asunto lo mismo, o quizá mucho menos que usted. Un grupo de expertos me aclararon el asunto, en una entrevista que leí mientras buscaba algo menos escabroso que lo antes narrado para escribir. Resulta que los efectos de la dichosa Niña se manifestarán, y esto es lo que entendí regularmente, en un invierno más cálido, con menos frentes fríos en esa zona del mundo y, dicen, más seco –con el gusto que me da a mí que algún día helado se ponga todavía peor por la lluvia.

Decía que parece que el asunto no es precisamente una gran noticia, según los mismos meteorólogos expertos, pues de unos años a la fecha esta parte del centro-norte de México pierde una helada al año, de tal manera que en cosa de un par de lustros esto va a estar como Cuernavaca, circunstancia que espero poder vivir para contar y, más que eso, para disfrutar.

Leo, y acabo, que el pronóstico es menos frío (algo así como un grado Celsius por encima del promedio de la temporada), menos frentes del Norte (48 en lugar de 50 de aquí a mayo, aunque aquí en mayo dichos frentes postreros nos hacen lo que el viento al Benemérito), y que en una de esa podemos pasar las navidades en pantaloncillos y camiseta, circunstancia que me alegra tanto que de aquellos polvos de antes apenas me acuerdo ya.

Es lo que tiene ser un friolento de antología, de los que nos duele el frío.

Abur.

-

 

Las ideas aquí expresadas pertenecen solo a su autor, binoticias.com las incluye en apoyo a la libertad de expresión.

 

Cargando Minuto a Minuto...
Cargando Otras noticias...