Sujetos armados privan de su libertad a ex policía a la vista de sus hijos
Los hechos en el "Chayote"
Entre las 10:30 y 11 de la noche del pasado domingo, un grupo de pistoleros a bordo de camionetas irrumpió con violencia en el poblado conocido como “El Chayote”, un rincón sin Ley donde la autoridad brilla por su ausencia. Su objetivo: el domicilio de Juan Pablo “N”, de 45 años, a quien se llevaron a la fuerza tras dispararle por resistirse, golpearlo brutalmente y someterlo frente a su esposa e hijos, que entre gritos y llanto suplicaban que lo dejaran en paz.
La escena fue dantesca: sangre en el suelo, una ojiva sin casquillo como único vestigio, y un silencio oficial que hiela la piel. La familia dio aviso inmediato a la Dirección de Seguridad Pública Municipal, pero los agentes jamás llegaron. Ni una patrulla, ni una llamada, ni una sola muestra de interés.
Juan Pablo no es un desconocido para la corporación. Fue policía activo en el Municipio de Tepezalá durante tres años, hasta que hace 22 años sufrió un grave accidente que le dejó secuelas físicas permanentes y lo obligó a abandonar el servicio. Desde entonces, ha vivido con limitaciones, pero con dignidad. Hoy, su pasado como servidor público no le ha valido ni una sola muestra de respaldo institucional.
La denuncia formal fue presentada hasta este jueves 25 de septiembre ante la Fiscalía General del Estado, sin que hasta el momento se haya iniciado una búsqueda formal. La familia, encabezada por la esposa del afectado, solicita la intervención urgente de las autoridades competentes, así como el resguardo de indicios en el lugar de los hechos, donde permanece una ojiva sin casquillo y rastros de sangre.
No hay pistas claras. No hay móviles confirmados. Los allegados presumen que Juan Pablo pudo haber sido confundido o presionado para hacer algo que se negó a cumplir. Lo único cierto es que su ausencia se ha convertido en una tortura para quienes lo aman, y que las autoridades, lejos de brindar consuelo, han optado por el silencio.
Las promesas de resguardar la escena y dar parte a la FGE quedaron en el aire. Nadie acudió. Nadie protegió los indicios. Nadie ha dado la cara.
Hoy, la esposa y los tres hijos de Juan Pablo viven entre el miedo, la impotencia y la angustia más cruel. Y mientras el pueblo entero se pregunta quién será el siguiente, las instituciones parecen haber abandonado su deber de proteger.
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